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22 de junio de 2023
El Jujeñazo no se apaga: masiva marcha de antorchas en San Salvador Crónica de un pueblo levantado y decidido a continuar la lucha
Crónica de un pueblo levantado y decidido a continuar la lucha hasta torcerle el brazo al poder político encarnado en el autoritarismo de Gerardo Morales.
Si se siguen las columnas que marchan por las calles San Martín, Gorriti y Sarmiento se llega a la Plaza Belgrano, el corazón político de la provincia de Jujuy. En la tarde del miércoles, las arterias céntricas de San Salvador son caja de resonancia de las demandas del pueblo jujeño. Las consignas que hermanan a los manifestantes son variopintas, como las columnas de los gremios, organizaciones sociales, comunidades originarias y autoconvocados que dicen presente: «Basta de represión», «No a la reforma», «Libertad a los luchadores», «Arriba los salarios» y la más contundente «Morales renunciá». Después de la salvaje represión de ayer en las cercanías de la Legislatura, el Jujeñazo no se apagó. Es más, siguió ardiendo en una masiva marcha de antorchas.
El Palacio de Gobierno provincial de estilo Beaux Arts está custodiado por cuatro ejemplares estatuas de Lola Mora, también por la brava policía provincial. Las obras de la escultora tucumana se titulan «Libertad», «Justicia», «Paz» y «Libertad», cuatro principios aplastados por el gobierno cambiemita. Las primeras columnas en arribar a la plaza son de los movimientos sociales y de la izquierda. Piden por la libertad de sus compañeros, presos en el penal de Alto Comedero. Suenan estribillos de rock pesado: «Lo sabía, lo sabía, a Morales lo cuida la policía, ¡asesina!»Un rato antes de las 18 llega a la plaza una columna de mineros desde el norte de la provincia. Luis Alberto Vivero cuenta que viene desde la Quebrada de Humahuaca. Es uno de los tantos trabajadores del socabón que bancan la lucha en las rutas: «Marchamos desde Purmamarca para apoyar a los compañeros docentes y campesinos. Los mineros no nos rendimos fácil, cuando nos enojamos, explotamos». Vivero tiene una sonrisa blanca como un salar del Altiplano. El hombre se gana la vida en las profundidades de la mina El Aguilar. Se lo ve sereno, pero confiesa que anda preocupado. La procesión va por dentro: «Estoy triste. Con esta reforma se quieren adueñar de las tierras de nuestros abuelos, donde criaron sus llamas, sus cabras, no queremos que nos quiten nuestras tierras, tienen que respetar los derechos de las comunidades originarias». Vivero dice que el gobernador y los gringos vienen por el litio: «Cuentan los del gobierno que hacen inversiones, pero no se ven. Los mineros tenemos de los salarios más bajos en Jujuy. Con 20 años en minería subterránea y a cielo abierto, apenas me alcanza para vivir.» Cuando vio la represión moralista en la Ruta 9 y frente a la Legislatura, el minero se acordó de la canción que siempre canta con sus compañeros: «Dicen que los mineros somos callados, pero cuando nos joden, nos levantamos.»
Hay sikuriada con quenas, bombos y cajas en la plaza cuando la noche cae densa en San Salvador. Brillan las antorchas. Cerca de la Catedral, protesta Edith, una trabajadora de la Salud. Se acercó a la plaza para dar una mano, en caso de que los cosacos de Morales entren en acción: «Ayer asistimos a los heridos en la represión. Fue lo más horrible que vi en mi vida. Mire que tengo muchos años, pero nunca ha pasado algo así. Policías tirando a mansalva, juntaban piedras en el río y le tiraban a la gente indefensa. Se infiltraban. La gente se manifestaba en paz y ellos comenzaron a reprimir, emboscaban cerca de la Legislatura. Balines, piedras, arriaban a la gente. La montada perseguía. Mucha gente con heridas y con mucha angustia, con pánico. Algo que nunca vivimos en la provincia». Al despedirse, dice tajante: «Morales hizo mucho daño, tiene que irse. Es vengativo, quiere dividir a las organizaciones, para darnos leña en el futuro, ya lo conocemos.»
«Poco a poco mi sueldito, se termina rapidito, no me alcanza pa’ comer», cantan los docentes. Por la paz y el salario digno marchan los maestros. Aclaran, no por la mentirosa paz social de Morales. A caballo llega un grupo de gauchos y es aplaudido por los trabajadores de la tiza. El que comanda toma la palabra por asalto: «No hay que aflojar, esta lucha recipen comienza. Arriba los que luchan, abajo Morales», se despide el paisano.
La velita que lleva María resiste frente a la llovizna que cae en la plaza Belgrano. Es jubilada, de la mínima. Dice que pelea por sus nietos, por su tierra, por su derecho a vivir dignamente. «Sangre originaria», dice la señora. La que corre por las venas del pueblo jujeño. La que mancha las manos de sus gobernantes.