Susana Aranda, enfermera de Ezeiza, estuvo al lado de un paciente aislado hasta el último minuto
Susana Aranda es una vecina de Tristán Suárez que lleva más de 32 años en el ejercicio de la profesión de enfermera y actualmente trabaja en el Hospital de Ezeiza. Sus inicios no fueron por vocación si no por necesidad laboral. Pero durante el transcurso de los años aprendió a amar su oficio.
Su primer contacto con la enfermería fue a los 16 años para poder tener su propio dinero y sin pensarlo terminó descubriendo un mundo que según ella no es para “cualquier persona”. “Abrí mi cabeza con esta profesión. Crecí como ser humano. Desarrollé la paciencia, la empatía. Las ganas de adquirir más conocimientos para mejorar en lo que hago. Por eso, trabajar a conciencia es mi lema, ya que, poder ayudar es reconfortante”.
Esas cualidades y aptitudes que adquirió a lo largo del camino le permitieron a la mujer de 48 años reaccionar de una manera muy compasiva frente a una situación delicada que la marcó de por vida, mientras trabajaba en el hospital durante la pandemia. “Me tocó ser la última persona de la cual un paciente se despidió. Eso me llegó a lo más profundo de mi ser y todavía cuando lo recuerdo me da sensación de llorar. Esta persona no pudo ver a su familia y yo fui quién estuvo ahí cumpliendo ese rol de alguna manera. No puedo olvidar su mirada”, expresó Susana.
El oficio de la enfermería no es una tarea fácil, pero la profesional del Hospital de Ezeiza entendió como materializarla. “Para mí es como mi pasión y llevo con orgullo el hecho de ser enfermera. No sé qué haría si no hiciera esto”, completó.
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