Una mujer a la que se la veía nerviosa y se la notaba apurada por pasar el control de la Aduana en Ezeiza, fue revisada en detalle porque llevaba tres valijas repletas. El personal del organismo estatal, cumpliendo sus protocolos ante este tipo de situación, le realizó preguntas de rigor a la pasajera. Viendo que ella no conseguía responder satisfactoriamente y se enredaba en sus explicaciones por llevar tanto equipaje, los funcionarios aplicaron el primero de los métodos previstos para tal situación de sospecha del incumplimiento de las normativas. Comenzaron con el escáner aduanero, un método de control muy poco intrusivo. Al estudiar y analizar las imágenes del dispositivo de rayos se percataron de que, al menos en dos de las valijas había muchos bultos que parecían albergar productos textiles, y cuya particularidad era que se veían todos iguales. Al llamarles la atención a los guardas aduaneros decidieron proceder a abrir el equipaje. Grande fue la sorpresa cuando hallaron una enorme cantidad de una prenda en especifico: eran todas calzas de origen y procedencia extranjera mezcladas entre las pertenencias de la mujer. Como eran tantas esas prendas, los funcionarios aduaneros estimaron que no se trataba de ropa comprada para uso personal sino que las ingresaba al pais con exclusivos fines comerciales. La maniobra que intentó llevar adelante realizada la pasajera bonaerense, se encuadra dentro del incumplimiento y transgresión al Régimen de Equipaje del Código Aduanero. Fue así como los agentes del fisco terminaron incautando esas 200 prendas de vestir a las que valuaron en 950 dólares. Sin embargo se calcula que la multa que deberá pagar la infractora por su contravención será de alrededor de 2.850 dólares. Ante esta noticia algunos comentarios en redes sociales intervinieron desde una mirada ligada a la coyuntura política en la que se conoció la información. Algunos, lejos de condenar el contrabando, en tono de humor le objetaron a la mujer que no haya aguardado a la asunciôn de Javier Milei con la apertura de las importaciones para ingresar las 200 calzas, y se ponían mayoritariamente del lado de la "pobre mujer", tal como la calificaban. Otros en cambio, más críticos de las políticas aduaneras, se quejaban de la puntillosidad de los agentes para confiscar calzas, al tiempo que, según esgrimían, "la droga entra como por un tubo por las fronteras, pero los agentes se detienen en una mujer que trae calzas para vender en La Salada".