11 de julio de 2023
Los U$S 3.000 millones que separan a Sergio Massa de un acuerdo con el FMI
Luego de once semanas negociando nuevas metas y el anticipo del desembolso previsto para el resto del año, finalmente dos funcionarios de alto rango del Palacio de Hacienda van a Washington para avanzar en el acuerdo. Todavía hay diferencias, pero se esperan noticias positivas en los próximos días.
Apenas 3.000 millones de dólares separan un eventual acuerdo entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Para el Ministerio de Economía, las pérdidas por la sequía de este año y las consecuencias de la guerra por la invasión de Rusia a Ucrania en 2022 superan los U$S10.000 millones. Pero para el organismo que conduce Kristalina Georgieva, el monto máximo de ambas situaciones no superaría los U$S5.000 millones.
En el medio del debate hay una cuestión fundamental para lograr un acuerdo: cuál es la nueva meta de reservas en el Banco Central que debe mostrar Argentina en lo que resta del año. Para el Palacio de Hacienda no debería ser superior a los U$S2.000 millones.
Para el FMI, el monto no puede ser inferior a los U$S5.000 millones. La diferencia separa el apretón de manos, al menos en una de las tres variables que cualquier acuerdo de Facilidades Extendidas debe tener. Esto es, déficit fiscal y emisión monetaria, además del incremento de las reservas.
Estas diferencias se suman a la fundamental: la distancia inalcanzable que hay hoy entre los requisitos de política cambiaria que exige el Fondo y lo que está dispuesto a asumir el Gobierno. Más concretamente, el FMI pide una devaluación del 30% mínimo, decisión que para el equipo de Sergio Massa representa, simplemente, una utopía.
Tarjeta de embarque
Con este marco, dentro de la undécima semana de negociaciones que comenzó el lunes pasado, el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein y el jefe de Asesores de Economía, Leonardo Madcur se encontrarán por primera vez cara a cara con los responsables del staff técnico del organismo.
Los argentinos vuelan ya hacia Washington, en un viaje demorado por aproximadamente cinco semanas y que ahora se concreta. Se supone, para un relativo buen final. Las conversaciones no terminarán este viernes. En el mejor de los casos será necesaria una semana más, la duodécima, para que el caso argentino llegue a la cúpula del FMI y luego al Board del organismo, donde se terminará de definir el tipo de relación que el país mantendrá con el FMI.
Lo que se discutirá en la capital de los Estados Unidos es que la fiscalización se anualice y que no se juzgue al país por no haber cumplido las metas de emisión de 0,6% del PBI y de reservas por más de U$S5.000 millones tomando el cálculo como anualizado.
Sería un matiz para resolver una cuestión de fondo más importante: Argentina no cumplió el acuerdo echándole la culpa a la sequía (que influyó, y mucho) ni lo cumplirá en el resto del 2023. Sin embargo, ni el Gobierno ni el FMI quieren que el programa de Facilidades Extendidas se caiga hasta que haya otra gestión en la Casa Rosada.
Mucho menos ir a elecciones con un acuerdo con el organismo caído, lo que implicaría un país peleado con los mercados financieros, privados y públicos. Esto además de un acuerdo con el Club de París suspendido, y sin posibilidades de acceder a créditos del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID): Sergio Massa se niega a esta situación. Pero también a devaluar, algo que exige el FMI para firmar un acuerdo de fondo.
Lo que se viene percibiendo desde la primera semana de mayo es que el director Gerente para el Hemisferio Occidental, Rodrigo Valdes, que debutará en horas en estas lides negociadoras cara a cara, tiene buena voluntad, pero quiere conocer más de cerca y de manera directa (persona a persona) la realidad de la economía argentina, incluyendo la situación política en este proceso electoral.
La dura negociación
Un aspecto que no era tenido en cuenta por el antecesor de Valdes, ya que ni el ya asentado como titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Illan Goldjajn, y el interino en el FMI hasta la llegada de Valdes, el inglés Nigel Chalk, mostraron mucha comprensión sobre la debilidad política de la Argentina actual.
A comienzos de marzo, la propia Georgieva fue quien había anunciado que el elegido para el estratégico cargo, que tiene, por ejemplo, bajo custodia a toda América Latina, era el chileno Rodrigo Valdés. Fue ministro de Hacienda en la época de Michelle Bachelet y muy conocedor de la realidad política, económica, financiera y cambiaria del país. Al menos es lo que se supone ocurrirá.
Si las negociaciones salen bien, aparecerá en algún momento en escena la número dos del FMI, Gita Gopinath, la delegada del Fondo para cerrar el acuerdo final con la Argentina, al ser la persona que se ganó la confianza de la administración de Joe Biden para negociar con el país.
La subdirectora gerente del FMI cerró una buena relación con Sergio Massa en los últimos encuentros que ambos protagonizaron, y lograron certificar la confianza mutua en varias conversaciones vía WhatsApp. Ahora, ya ingresado el tratamiento del acuerdo en su etapa final, se espera que Gopinath saque a relucir su espíritu negociador y acelere el cierre de las discusiones. En realidad, todo dependerá entonces de Gopinath y su espíritu negociador. Si hay acuerdo, será Valdés quien tenga que controlar lo que se firme.