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7 de octubre de 2025
Robaron en La Matanza y Ezeiza, huyeron y los pescaron en Villa María

La Fiscalía Federal de Villa María, a cargo de María Schianni (foto), requirió la elevación a juicio de Luciano Martín, Walter Eduardo y Esteban Román Dorado, todos oriundos de Buenos Aires, por los delitos de “Encubrimiento de robo, agravado por el ánimo de lucro” y “Uso de documento público adulterado o falso”.
Dicen que todos los caminos conducen a Roma, aunque algunos delincuentes parecen convencidos de que terminan en Villa María. Así fue el curioso derrotero de los Dorado, los hermanos Luciano Martín y Walter Eduardo, y su hijo Esteban Román Dorado, oriundos de Buenos Aires, quienes —según la Fiscalía Federal local— protagonizaron una historia digna de manual: robo, huida y caída.
El caso comenzó con un llamado a la línea de emergencias de la Policía de la Provincia de Córdoba, que alertó sobre una camioneta gris y un camión sospechosos circulando por la autopista Rosario–Córdoba, a la altura del kilómetro 636. El camión, coincidía con el que había sido robado días antes en la autopista Ezeiza–Cañuelas.
Personal de la Policía Caminera, que realizaba un control vehicular en el lugar, divisó al camión Volkswagen —que venía con más apuro del recomendable— y a la inseparable camioneta Ford Ranger. Primero interceptaron al camión, conducido por Walter Dorado, acompañado de su hijo Esteban, de apenas 17 años. No tenían papeles, pero sí creatividad: el camión tenía chapa patente de otro vehículo y un motor con pedido de secuestro vigente.
A unos metros, la historia se completó. En la Ranger iba Luciano Dorado, quien, con reflejos de telenovela, decidió presentarse como Víctor Quintana. Mostró una licencia de conducir y una cédula verde a nombre del supuesto Víctor. Solo un detalle: ambas eran falsas.
La camioneta, además, tenía chapa trucha, número de motor adulterado y un largo historial delictivo: había sido robada en La Matanza.
Según las pericias, los vehículos habían sido “mellizados”, es decir, clonados para darles una nueva identidad. Y los Dorado, lejos de improvisar, según surge de sus teléfonos celulares habían organizado el viaje a Córdoba para vender la Ranger, preparando permisos falsos, papeles truchos y hasta se coordinaban sobre los controles policiales en ruta.
El plan era casi perfecto. Casi. Terminó, con el control de la Policía Caminera, y una historia que ahora se encamina a juicio por encubrimiento de robo agravado y uso de documento público falso.
Porque al final, entre tanto GPS, rutas alternativas y estrategias digitales, el viejo refrán sigue vigente: más rápido que el camión robado, viaja la noticia.