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16 de noviembre de 2023

Testigos del horror: ¿qué tiene el video clasificado del ataque de Hamas a Israel?

Cristina Pérez participó de una proyección cerrada organizada por la Embajada de Israel en Buenos Aires de material inédito sobre el ataque de Hamas a Israel del pasado 7 de octubre

Sólo de pensar en lo que íbamos a ver no había dormido la noche anterior. Al llegar, escuché lo mismo de boca de otras personas. Pensé que lo más horroroso que había visto con mis ojos había sido el ataque terrorista a la AMIA, hasta ayer.

Eramos un grupo de 120 personas integrado por embajadores, diplomáticos, militares, senadores, diputados, expertos en seguridad y periodistas. En la sala dispuesta por la embajada de Israel, había personal médico para asistir a los presentes en caso de ser necesario y el coronel Amit Guy advirtió que no íbamos a ver una película simple porque “era horrible de ver”. Era una recopilación de lo registrado por cámaras y celulares de los 30 lugares atacados por Hamas en la fatídica mañana del 7 de octubre. “No tiene edición, tampoco hace falta”, concluyó el militar.  

Por respeto a las víctimas, este material no se difundirá públicamente. Sólo se pasó en un par de bases militares de Nueva York e Israel y en unas pocas capitales. En el continente, además de Argentina, se pasó en Brasil y Chile. Al screening del material clasificado no podía ingresarse con celulares. Nos proveyeron de un bloc de notas que tenía en la tapa el rostro de alguno de los rehenes. En mi libreta, en la que no paré de tomar nota durante los 43 minutos, Emma y Yuli dos bebes israelíes de tres años secuestrados, sonreían en una foto familiar.

Los terroristas filmaron las atrocidades que hicieron y también las transmitieron en vivo por redes sociales. La mañana empezó con una cacería humana en las rutas donde unos pocos autos se aventuraban tan temprano en un feriado festivo. A los emboscados los fusilaban con tiros en la cabeza. Una cámara vehicular registra desde adentro cómo el parabrisas se hace trizas y el auto se va del camino. Lo que filman los domos desde arriba, son bestias que parecen seres humanos, arrancando cuerpos ensangrentados de los autos y dejándolos a la vista tirados en las calles. Los terroristas celebran ante sus víctimas sin vida. Aparecieron en camionetas abarrotadas de hombres fuertemente armados en sus cajas.

De los caminos pasaron a los poblados que eran puro silencio porque todos dormían. Ya dentro de un barrio cerrado, se ve a un terrorista inutilizar las ruedas de una ambulancia. Otro, mata y remata a un perro, sí, a un perro que aparece en un patio. A una casa le prenden fuego desde afuera convirtiéndola en una trampa mortal. Van vivienda por vivienda. Las cámaras internas muestran cómo alertadas por los disparos o los movimientos algunas personas se despiertan e intentan esconderse. Y ahí ocurre la escena que aún no puedo sacar de mis ojos. Un padre y sus dos hijos de unos 10 o 12 años, los tres casi desnudos, recién salidos de la cama, salen corriendo por un patio hacia un refugio en la parte de atrás de la casa. Cuando ya están escondidos se ve la mano de un terrorista lanzando dentro una granada. Al poco tiempo sólo salen los chicos, heridos y sangrando. Su papa ha muerto. Dentro de la casa los quejidos de las criaturas en shock son desgarradores, pero no tanto como sus palabras: “Creí que íbamos a morir”, dice uno. El otro se arroja al suelo y golpea con una de sus manos mientras se pregunta a los gritos: “¿Por qué estoy vivo?", Luego le pregunta a su hermano por uno de sus ojos. El chico le confirma que no ve. Las cámaras de afuera, registran horas después la llegada de la madre con soldados, que encuentra el cuerpo sin vida de su esposo y debe ser sostenida para mantenerse en pie en medio del shock.

Un padre y sus dos hijos de unos 10 o 12 años, los tres casi desnudos, recién salidos de la cama, salen corriendo por un patio hacia un refugio en la parte de atrás de la casa. Cuando ya están escondidos se ve la mano de un terrorista lanzando dentro una granada. Al poco tiempo sólo salen los chicos, heridos y sangrando. Su papa ha muerto.

Cuesta seguir contando lo que sigue. Me detengo mientras escribo. Tirotean una guardería de bebes. Se llevan una mujer herida como si fuera una bolsa de algo. Irrumpen en cada casa y tiran a la cabeza. O peor. Uno de los terroristas eufórico porque dice “matará a su primer judío”, quiere registrar el momento. Termina decapitando a un hombre malherido con una herramienta para arar la tierra. Sólo pude escuchar los golpes continuos. No resistí verlo. En los refugios que descubren quedan apilados los cuerpos de las víctimas y se aseguran de que no haya nadie con vida.

En los posteos en redes sociales, llegan a Gaza como héroes con cuerpos sin vida que arrojan a las calles para que otros los pisen. Eso festejan.

Las cámaras querrían arrancarse los ojos si fueran personas. Se siguen sucediendo lugares asaltados, regados de cuerpos, con personas masacradas en sus camas mientras dormían. Una señora y su cuidadora, las mascotas, un señor en el baño, niños decapitados con sus ropitas de dormir. Las banderas rezan lo mismo que los asesinos antes y después de matar: Alá es grande. Pobre Dios.

Se escucha el audio de uno de los terroristas que usa el teléfono de una de sus víctimas para llamar a su familia en Gaza. A los gritos le informa a su padre con algarabía: “Maté a 10 con mis manos”. Luego habla con su madre: “¡Mamá tu hijo es un héroe!”, le dice y la mujer como toda respuesta le ordena tres veces: “Mata, mata, mata”.

“¡Crucificalo!”, le ordena un terrorista a otro en una de las escenas que sigue. En Gaza festejan como si hubieran ganado el mundial. Entre las imágenes de este video aparece la de la chica que se llevan de rehén con el pantalón manchado con sangre. Y luego aparece lo que no se había visto del Festival de Musica Nova, el único lugar donde todos estaban despiertos. A unas chicas les llama la atención que les pidan ir a las salidas de emergencia. Pronto saben por qué. Cientos de jóvenes pasaron de bailar y cantar a huir masivamente por el desierto mientras los terroristas les daban cacería. Otro atacante dispara a decenas de baños químicos cerrados donde presume hay gente refugiada. Los acribillaron allí dentro. En el parking del festival se apilan cuerpos. Chicos lloran escondidos en un refugio mientras escuchan los tiros. Se ve el rostro de un joven a quien le rechinan los dientes de miedo. Cortes fugaces en negro separan algunos videos. 

“Cárgalos”, dice uno de los terroristas. Se llevan prisioneros en camionetas. Ancianos en ropas de dormir, jóvenes y niños viajan a toda velocidad hacinados en las cajas de las camionetas. Pero falta lo peor. También quemaron vivos a muchos que iban en sus autos. Los vehículos carbonizados se ven desde el aire como un cementerio. Los restos irreconocibles de personas a las que sin embargo se les reconoce el horror.

El horror, el horror. Atestiguamos 138 crímenes de los terroristas de Hamas. Apenas el 10% de los que cometieron ese día. “Siento que sobran las palabras”, había dicho el embajador de Israel, Eyal Sela. Tenía razón.

Al irnos le consulté a una alta fuente sobre los rehenes. “No se sabe si están vivos ni dónde los tienen”. ¿Y el bebe argentino? “Sabemos que lo llevaron con su hermanito y su mamá. Al padre lo mataron”, me confirma. Y agrega, “Y hay otra mujer embarazada de 9 meses que ya debería haber dado a luz”, concluye. Desde anoche pienso en ese bebe que quizás nació cautivo.

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